LA MAGNITUD DE LA TRAGEDIA (PARA IRENE)

Después de mi experiencia en Donosti tomé la decisión de intentar escribir artículos menos introspectivos y apostar por explicar cosas que pudieran ser más útiles o interesantes para los demás. Me temo que tengo que cambiar de nuevo mis prioridades. La muerte de Irene Laguna, compañera de las JSC de Esplugues, ha traido de nuevo negras nubes a mi mente, cuando no hace ni dos meses que despedimos a la hermana de Paqui Soriano. Todos estos dias he sido conciente del proceso de frustración e impotencia que se iba a desarrollar dentro de mí, rememorando procesos parecidos que viví con la muerte de mi prima Dolo, de mi compañero del instituto Santi o de mi amigo de la universidad Ramón, por poner únicamente algunos ejemplos extremos. He intentado inutilmente minimizar el efecto de ese proceso que yo creía ya asumido. Quizá no lo expreso de una forma evidente para el exterior, pero ya sabeis como soy...

La muerte de alguien en su incipiente juventud, con un futuro brillante por delante y un potencial enorme por desarrollar es una tragedia de magnitudes inabarcables. No hay nada que los amigos, parientes o compañeros podamos hacer para aligerar el dolor lazerante de unos padres que pierden a un hijo. Recordar esa asfixiante obviedad me mantiene confuso y desorientado en mi interior. La ausencia se hace continuamente presente: recuerdas la última vez que los viste, lo que hicisteis juntos, lo que te transmitía su presencia, su forma de vestir, su manera de hablar o simplemente su risa... y piensas en lo que te quedó por descubrir.

Este artículo me ha costado una semana completa de escrituras y reescrituras, las ideas contradictorias se me agolpan en el cerebro y sigue sin ser lo que yo quería que fuese: un homenaje, un recuerdo y un abrazo cariñoso a los familiares y amigos de todos ellos, diamantes en bruto que dejaron nuestras almas impregnadas con su brillante luz.

No dejemos que esa luz se apage.